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jueves, 6 de noviembre de 2008

Barcelona, el mar quedaba lejos


Hace más de 25 años que salí de Barcelona y, sin embargo, parece que fue ayer. A veces idealizamos el pasado, lo que vivimos, hasta que llegamos a no saber diferenciar la realidad de un sueño. Mis recuerdos de Barcelona son de calles llenas, gente atareada, cielos azul vivo, vistas al mar, la agradable temperatura. Vida por doquier.

Cuando viajo a la ciudad, me gusta disfrutarla sobretodo paseando por los barrios antiguos, como el de Gracia. Deambular sin rumbo, lentamente. Ser parte de todo y, a la vez, observar desde fuera. Días tranquilos, relajados. Conversaciones con mi amiga junto a una botella de Cava.

La ciudad ha cambiado a lo largo de los años, se ha convertido en un destino de moda. Casi no reconozco la zona de Las Ramblas y el Mercado de la Boquería, llenos de turistas extranjeros.
Sin embargo, prefiero recordar a la Barcelona de siempre, a la Barcelona con alma, como en este poema de José Agustín Goytisolo:

"Conocí mi ciudad me habitué a ella
paseando contigo. Me gustaba
la escalera mecánica del metro
y también recorrer
sus tiendas y almacenes.

Era un mundo de luz
lleno de escaparates y puestos de periódicos
horchaterías taxis amarillos
avenidas que nunca terminaban
gente con prisa y niños
mayores como yo. El mar
quedaba lejos entre pájaros.

Un día
-aún recuerdo el aroma-
todo era fiesta y te compré una flor."

José Agustín Goytisolo, 'Barcelona: el mar quedaba lejos'