Mostrando entradas con la etiqueta Días tranquilos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Días tranquilos. Mostrar todas las entradas

viernes, 26 de diciembre de 2008

Ahora es distinto


Sí,
ahora son distintas las Navidades
cuando era niña
una cruz grande brillaba estos días
en el campanario de la iglesia
las casas tenían aroma a turrón
y a humo de chimenea
había los pastorets centenarios
y las visitas a casa de la abuela.

Hoy
el día empezó tranquilo
corriendo junto al río
me encontré
con cinco garzas elegantes
algún ciclista solitario
y una paloma muerta, como dormida
sobre una cuna de césped suave.
Quizás traía la paz al mundo
y volando entre el intenso frío
se quedó a medio camino.

Luego
me espera un vestido
púrpura oscuro y de seda brillante
voces que hace tiempo olvidaste
besos fugaces, una mesa bien adornada
un brindis con burbujas de Cava.
Y, a medianoche,
cuando ya no queda nadie en la sala, sólo
tres hermanos conversan
con palabras de otros sonidos
y recuerdan su infancia
junto a una copa de tinto.

Sí,
hace tiempo que
son distintas las Navidades
pero el sentimiento es el mismo.


jueves, 6 de noviembre de 2008

Barcelona, el mar quedaba lejos


Hace más de 25 años que salí de Barcelona y, sin embargo, parece que fue ayer. A veces idealizamos el pasado, lo que vivimos, hasta que llegamos a no saber diferenciar la realidad de un sueño. Mis recuerdos de Barcelona son de calles llenas, gente atareada, cielos azul vivo, vistas al mar, la agradable temperatura. Vida por doquier.

Cuando viajo a la ciudad, me gusta disfrutarla sobretodo paseando por los barrios antiguos, como el de Gracia. Deambular sin rumbo, lentamente. Ser parte de todo y, a la vez, observar desde fuera. Días tranquilos, relajados. Conversaciones con mi amiga junto a una botella de Cava.

La ciudad ha cambiado a lo largo de los años, se ha convertido en un destino de moda. Casi no reconozco la zona de Las Ramblas y el Mercado de la Boquería, llenos de turistas extranjeros.
Sin embargo, prefiero recordar a la Barcelona de siempre, a la Barcelona con alma, como en este poema de José Agustín Goytisolo:

"Conocí mi ciudad me habitué a ella
paseando contigo. Me gustaba
la escalera mecánica del metro
y también recorrer
sus tiendas y almacenes.

Era un mundo de luz
lleno de escaparates y puestos de periódicos
horchaterías taxis amarillos
avenidas que nunca terminaban
gente con prisa y niños
mayores como yo. El mar
quedaba lejos entre pájaros.

Un día
-aún recuerdo el aroma-
todo era fiesta y te compré una flor."

José Agustín Goytisolo, 'Barcelona: el mar quedaba lejos'