miércoles, 18 de febrero de 2009

Con ese aire gélido, las ideas vienen solas


Miércoles, 18 de febrero.

1 bajo cero. Miro por la ventana. El cielo está cubierto de un color gris plomizo, con nubes como ráfagas de humo. Me levanto cansada del invierno, de las noticias, de la crisis, de los periódicos, del pesimismo.

Decido ir a correr, desconectar un poco. Trenzas, un turbante en el pelo, jersey de lana suave, guantes de piel. A poca distancia del barrio el paisaje cambia completamente, te encuentras en medio de la naturaleza. Una bandada de gansos ocupa el lugar de los caballos pastando. Un poco más lejos, una garza barbuda me mira con expresión congelada, sin alterarse. El hielo ya desapareció del río y se ve más vulnerable sin esta capa protectora, con ello se esfumó un poco la magia. Sin embargo, es un lugar lleno de sorpresas, sólo tienes que abrir bien los ojos y un mundo nuevo aparece ante tí. Los juncos se encuentran rodeados por una fina capa de hielo, unos patos picotean distraídos entre los tallos secos, algunos corredores solitarios me saludan.

Poco a poco voy entrando en calor y parece que tenga alas. Cojo el ritmo y dejo que me envuelva el invierno. El puente solitario permanece impasible, día tras día. Con el aire fresco y puro, las ideas aparecen solas: imágenes, frases, soluciones inesperadas. En el camino de vuelta me siento acalorada e incluso me quito los guantes. Corro los ultimos metros trotando, ya llena de energía. Siento la sangre corriendo por mis venas, un chorro de adrenalina.

El cielo se abre, dejando entrever un lila pálido, que pasa a azul suave. Respiro hondo, me invade una sensación de paz total. Me gusta correr entre este frío glacial.

lunes, 16 de febrero de 2009

No pido nada excepto tiempo soleado


Lo único que quiero hoy es echar una ojeada a esos pájaros
de fuera de mi ventana. El teléfono está descolgado
de modo que los que me quieren no puedan dar conmigo
y echarme el brazo por encima del hombro.
Ya les he dicho que el grifo se ha cerrado
No quisieron oírlo. Siguen tratando de que las cosas
continúen igual. En este momento no puedo soportar
enterarme
de que al coche se le ha roto otro intermitente.
O que el remolque que creía haber pagado hace tiempo,
ahora lo reclamaban por falta de pago (...)


La suerte, toda, se ha ido al sur. Lo único que pido
es que se me deje estar sentado un momento más (...)
Y observando esos pájaros. No pido nada
excepto tiempo soleado. Dentro de un minuto
tendré que colgar el teléfono y tratar de separar
lo cierto de lo falso. Hasta entonces
una docena de pajaritos, no mayores que tazas de té,
están posados en las ramas del otro lado de la ventana.

De pronto dejan de cantar y vuelven la cabeza.
Está claro que notan algo.
Se echan a volar.
Raymond Carver, "Qué puedo hacer"

miércoles, 11 de febrero de 2009

El anillo de oro


Mi padre perdió el anillo de boda en el mar. Como todos los marineros, se lo quitaba y colgaba de la cadena para no perder el dedo cuando largaban la red.
Al cabo de unas mareas mi tía, mientras limpiaba unas merluzas, encontró un anillo de oro dentro de una de ellas. Limpió el anillo y vió las letras y los números que tenía grabados. Aunque parecía mentira , eran las iniciales y la fecha de la boda de mis padres.
Al parecer, mi padre pescó la misma merluza que se comió su anillo. En todo el mar.

La tranquila noche de verano trae viento del interior y recuerdos.
Se me ha ocurrido, mirando al cielo, que las casualidades son planetas con una órbita muy, muy ancha. Sólo se ven de vez en cuando.

Lo del anillo es una casualidad demasiado grande. Pero da igual. Lo importante ahora es que durante muchos años la historia del anillo fue real en nuestras pequeñas mentes de niño.

De noche, el mar brilla como una merluza.
Las estrellas saltan como escamas.

Kirmen Uribe, "El anillo de oro"



miércoles, 4 de febrero de 2009

Con mirada lenta


"La prisa deshumaniza el tiempo;
hay que vivir intensamente cada instante
con mirada lenta",
leo en un fragmento de un poema de Julia Otxoa

En la vida actual, cada día es una vorágine de noticias, impulsos, ruidos, imágenes. Prisa. El silencio se ha convertido en una palabra extraña. Sólo cuando la mente está vacía hay lugar para la creatividad y nos encontramos a nosotros mismos en su pura forma.

Necesitamos plasmar en imágenes todo lo que vemos a nuestro alrededor, como una fiebre que nos invade y ya no nos abandona. Nos olvidamos de lo realmente importante: reflexionar, observar, simplemente "estar". Ser uno con la naturaleza, con las cosas que nos rodean, sin más. Y dejar todo lo demás que, a menudo, nos impide este reencuentro.
La vida en su pura forma. Merece la pena intentarlo, aunque tengamos que aprenderlo de nuevo, empezar desde cero.
Cita: fragmento del poemario "La lentitud de la luz", Julia Otxoa