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miércoles, 4 de febrero de 2009

Con mirada lenta


"La prisa deshumaniza el tiempo;
hay que vivir intensamente cada instante
con mirada lenta",
leo en un fragmento de un poema de Julia Otxoa

En la vida actual, cada día es una vorágine de noticias, impulsos, ruidos, imágenes. Prisa. El silencio se ha convertido en una palabra extraña. Sólo cuando la mente está vacía hay lugar para la creatividad y nos encontramos a nosotros mismos en su pura forma.

Necesitamos plasmar en imágenes todo lo que vemos a nuestro alrededor, como una fiebre que nos invade y ya no nos abandona. Nos olvidamos de lo realmente importante: reflexionar, observar, simplemente "estar". Ser uno con la naturaleza, con las cosas que nos rodean, sin más. Y dejar todo lo demás que, a menudo, nos impide este reencuentro.
La vida en su pura forma. Merece la pena intentarlo, aunque tengamos que aprenderlo de nuevo, empezar desde cero.
Cita: fragmento del poemario "La lentitud de la luz", Julia Otxoa




domingo, 21 de diciembre de 2008

Navidades, espejismos



Cada año, cuando se acercan las Navidades, me invade una sensación indescriptible. Finaliza el año, llega el frío y la niebla. Días oscuros, calles llenas de luces. Momentos que invitan a la reflexión, como un segundo cumpleaños. Pensar cómo ha sido el año, si has hecho las cosas que realmente deseabas, aprendido cosas nuevas, expresado tu creatividad. Si has entendido la tolerancia, amado sin fronteras, sin pedir nada a cambio.
Días navideños. Las tiendas llenas, artículos de lujo en los escaparates, una fiebre por poseer se adueña de la gente. Las calles ya no son las mismas, imanan una alegría artificial, a consumismo, a familias que sólo se reúnen estos días, a mesas repletas de comida y vinos caros. Parece que en un tiempo remoto perdimos la base de todo y preferimos olvidar.

Olvidar que hay gente en el mundo en guerra. Niños soldados, otros que se mueren de hambre. Ancianos rodeados de soledad, personas enfermas de gravedad. Las fiestas también poseen un aire melancólico, recuerdos de la infancia. Épocas felices que se alejaron suavemente, sin despedirse. Como si de repente te despertaras con el pelo encanecido y el cuerpo envejecido. Sin un adiós.

A veces sueño con días sin tiendas abarrotadas, sin comidas copiosas, sin obligaciones sociales ni árboles que brillan. Un paseo por el bosque, un día tranquilo rodeada de libros, una buena conversación, una comida sencilla, música, una copa de tinto. Tranquilidad en el aire. Lentitud.

Pero el árbol espera pacientemente para ser engalanado. Las postales de Navidad, esparcidas por la mesa, se alínean en filas para ser llenadas con algunas letras. La nevera sigue aún medio vacía, dormida.

Sueños de momentos vivídos, otros diciembres, otras vidas. Espejismos.


domingo, 23 de noviembre de 2008

Un día lleno de silencio


Simplemente un domingo de invierno. Pero no es un día cualquiera: nieva. Un día blanco, lleno de silencio. Un día lleno de Jazz, de lentitud, de vacío y de palabras perdidas.

Un té caliente y unas velas encendidas traen calidez al aire. Afuera, la nieve sigue cayendo ininterrumpidamente, apenas se distingue el suelo. Hermosa y discreta, la Dama Blanca luce su vestimenta con elegancia, los caminos helados se abren a su paso. La Reina sonríe.

En su diminuta casa, la llama se agita intranquila y se pone de puntillas. Quiere escapar de su cárcel transparente, tocar el inalcanzable cielo. El té tiene un sabor a viajes exóticos: a jazmín, a coco, a clavo, a canela. Un aroma denso y lejano que desaparece en el olvido.

Lentamente, el cielo se pinta de azul oscuro entre los pedazos de blanco. No hay luces en el cielo. Las estrellas se escondieron, cansadas de brillar. Un frío cuchillo quemó sus destellos.

Es una eternidad en un día. Copos de algodón perezosos, que planean hasta posarse suavemente en el tiempo. Un día sin palabras, lleno de silencio.