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miércoles, 28 de enero de 2009

La clínica de la Cruz Roja


La muerte ronda sigilosa
vestida con su túnica transparente
un intenso olor a medicamentos
flota en el aire
En el pasillo, brillan las luces frías
de los fluorescentes
entre las puertas abiertas,
el suave murmullo de las visitas
se extiende y desaparece.
Es como el juego de la vida
uno gana y vuelve a casa.
Otro pierde.

Sólo a una manzana, junto a la Sagrada Familia
los turistas, ajenos a todo
sacan fotos, posan y sonríen
en el Paseo Gaudí, los papagayos de colores
chapurrean animadamente,
juegan y se divierten
bajo el cálido sol de diciembre.

Un olor penetrante me persigue
en la calle, en las tiendas, en el metro
entre las masas de gente
sueño con la vida, con los años infantiles
pero me sigue la muerte.

Me encuentro con ella, cara a cara
en el concurrido bar de enfrente
suena el teléfono: "ya terminó", me dicen.
Una sensación glacial me invade
mi cuerpo petrificado, no puedo moverme
todo sucede a cámara lenta
no hay pasado ni futuro, sólo presente.

Preparo la bolsa de lona con su mejor traje
los zapatos negros, bien lustrosos
saco el DNI y las fotos de sus nietos
de su monedero rojo.

En este juego de la vida no hubo suerte.
Ganó la muerte.


miércoles, 26 de noviembre de 2008

Las cosas que tenemos y perdemos


He perdido uno de mis poemarios favoritos. "Perdido" se refiere en realidad a "no encontrar", "desaparecer", "esfumarse". Es un poemario de Bernardo Atxaga, "Poemas e Híbridos", me lo regaló un buen amigo hace unos años. Un librito con las tapas negras brillantes, gastado por el uso, parecido a los poemarios de Carver. Un libro diminuto, que habita entre colosos de papel. En la primera página, una dedicatoria, una fecha. Muchas páginas tienen una señal para indicar los poemas que más le gustan. Siempre lo mantuve así. Cada persona deja sus marcas, a veces casi imperceptibles, en sus cosas. Un ligero aroma a un lugar lejano, unos momentos dedicados especialmente para tí al comprarlo y envolverlo. Unas líneas en una letra manuscrita, íntima.

Me impresionaron mucho estos poemas, los leía a menudo antes de acostarme. Leer poemas es una de las mejores formas de relajarse, entrar en un universo completo en miniatura. El mundo en un dedal. Algunos los pasé a mi libreta, como: "37 preguntas a mi único contacto al otro lado de la frontera" o "Henry Bengoa". Atxaga es un maestro con las palabras, crea su propio vocabulario. Un mundo nuevo y fascinante.

Es curioso, a veces las cosas desaparecen sin dejar rastro, una especie de "Triángulo de las Bermudas". Busqué en mi biblioteca, miré las filas interminables de libros, uno por uno. Quizás esté escondido en otra dimensión. A veces suceden cosas que no entendemos, y es mejor que sea así. Quizás tenga una nueva vida en un lugar desconocido, un lugar con otros aromas, otra luz, otras texturas. Quizás se encuentre en un rincón donde se juntan todas las cosas perdidas.
Probablemente se sentía un poco abandonado, y pensaba que últimamente le presté poca atención. Quizás sea una protesta silenciosa para demostrar que dedico demasiado tiempo a las imágenes y olvido un poco a las palabras. Las palabras se resienten por ello, necesitan amor y buenos cuidados.

No voy a llorar por él, pero siento una profunda pena. Lo único que le pido es que vuelva pronto. Voy a dedicarle la atención que se merece, leer despacio sus palabras de nuevo. Sola, en silencio.