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domingo, 23 de noviembre de 2008

Un día lleno de silencio


Simplemente un domingo de invierno. Pero no es un día cualquiera: nieva. Un día blanco, lleno de silencio. Un día lleno de Jazz, de lentitud, de vacío y de palabras perdidas.

Un té caliente y unas velas encendidas traen calidez al aire. Afuera, la nieve sigue cayendo ininterrumpidamente, apenas se distingue el suelo. Hermosa y discreta, la Dama Blanca luce su vestimenta con elegancia, los caminos helados se abren a su paso. La Reina sonríe.

En su diminuta casa, la llama se agita intranquila y se pone de puntillas. Quiere escapar de su cárcel transparente, tocar el inalcanzable cielo. El té tiene un sabor a viajes exóticos: a jazmín, a coco, a clavo, a canela. Un aroma denso y lejano que desaparece en el olvido.

Lentamente, el cielo se pinta de azul oscuro entre los pedazos de blanco. No hay luces en el cielo. Las estrellas se escondieron, cansadas de brillar. Un frío cuchillo quemó sus destellos.

Es una eternidad en un día. Copos de algodón perezosos, que planean hasta posarse suavemente en el tiempo. Un día sin palabras, lleno de silencio.



sábado, 1 de noviembre de 2008

El viento del Este


Algo sucede
un viento gélido sopla fuerte
me monto en la bicicleta
brazos helados me sujetan
y me impiden avanzar.

Recuerdos vuelven a mi mente
sueños de un río congelado
niños con sillas patinando
aroma a chocolate caliente.

Imágenes invernales
pinturas de colores lavados
figuras diminutas
deslizándose por los canales.

Fantasmas de la Antártica
me rodean, me sacuden
y me empujan en otra dirección
y yo, pedaleo fuerte sin parar.

Junto todas mis fuerzas
tenso los músculos,
el cuerpo inclinado
agujas de viento penetran
en mi piel.

Llegó el viento del Este.