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viernes, 19 de diciembre de 2008

Cuando la lluvia se ha ido


Cuando la lluvia se ha ido,
he salido descalza al exterior,
el olor a tierra era tan intenso...
parecía que la montaña
latiera con fuerza dentro de mi estómago.

He sentido entonces mi silencio emocionado
como un manzano mecido por la brisa.
Luego me he arrodillado
y he estado comiendo tierra
hasta que dentro de ella he oído cantar a mis abuelos.

Poema: Julia Otxoa, "Cuando la lluvia se ha ido"

domingo, 23 de noviembre de 2008

Un día lleno de silencio


Simplemente un domingo de invierno. Pero no es un día cualquiera: nieva. Un día blanco, lleno de silencio. Un día lleno de Jazz, de lentitud, de vacío y de palabras perdidas.

Un té caliente y unas velas encendidas traen calidez al aire. Afuera, la nieve sigue cayendo ininterrumpidamente, apenas se distingue el suelo. Hermosa y discreta, la Dama Blanca luce su vestimenta con elegancia, los caminos helados se abren a su paso. La Reina sonríe.

En su diminuta casa, la llama se agita intranquila y se pone de puntillas. Quiere escapar de su cárcel transparente, tocar el inalcanzable cielo. El té tiene un sabor a viajes exóticos: a jazmín, a coco, a clavo, a canela. Un aroma denso y lejano que desaparece en el olvido.

Lentamente, el cielo se pinta de azul oscuro entre los pedazos de blanco. No hay luces en el cielo. Las estrellas se escondieron, cansadas de brillar. Un frío cuchillo quemó sus destellos.

Es una eternidad en un día. Copos de algodón perezosos, que planean hasta posarse suavemente en el tiempo. Un día sin palabras, lleno de silencio.



lunes, 17 de noviembre de 2008

Blues del invierno


El invierno se acerca
a pasos agigantados
inviernos vacíos,
interminablemente largos.

En el dormitorio
el buda sonríe
el niño de la postal
mira intrigado
una montaña de libros
espera
a ser rescatada de la soledad.

El músico maldito de Jazz,
insensible al tiempo,
nos observa
en blanco y negro
con la trompeta en mano.

Afuera,
luce un sol tibio
descolorido
gastado.

No espero el invierno
el manto de niebla
las calles silenciosas
y solitarias.

Añoro la primavera
el sol diáfano
la nueva vida que renace
los cielos claros
la energía en el aire.

Pero entonces,
habrán pasado los meses
y el reloj del tiempo
sigue tictaqueando.

Foto y poema: Rosa

domingo, 9 de noviembre de 2008

Un día de otoño


Me levanto temprano, salgo a correr. Se levantó la niebla. El aire es fresco y puro, una capa de escarcha cubre el césped, huele a mojado. Unos árboles medio desnudos se reflejan en un charco lleno de hojas caídas. En el río flota una calabaza enorme de color naranja vivo, entre el agua tejida de algas. Los patos nadan a su alrededor sin inmutarse, todo pertenece a la naturaleza.

Aspiro una bocanada de aire, cojo el ritmo, el cuerpo alerta, la mente vacía. Escucho el sonido de mis pies al pisar las hojas que crujen, a mi alrededor reina el silencio. Una lluvia de confetti de hojas tostadas celebra la llegada del otoño. Entre los árboles, una luz pálida intenta abrirse paso. Más lejos, vacas multiculturales pacen tranquilas como si hubieran estado siempre allí, congeladas en una pintura antigua, ajenas al paso del tiempo. Vacas marrones, con manchas, y una con lunares grises que me recuerda al caballo de Pippi Calzaslargas. De vuelta, en el campo junto al camino, unas gaviotas planean lentamente sobre una manada de caballos.

Y de nuevo el charco, las hojas cobrizas, los reflejos, el olor a mojado. Simplemente un día de otoño. Hojas caídas. Los dividendos bajan, los bancos quiebran, la gente intranquila. Pero la tierra sigue girando.