La muerte ronda sigilosa
vestida con su túnica transparente
un intenso olor a medicamentos
flota en el aire
En el pasillo, brillan las luces frías
de los fluorescentes
entre las puertas abiertas,
el suave murmullo de las visitas
se extiende y desaparece.
Es como el juego de la vida
uno gana y vuelve a casa.
Otro pierde.
Sólo a una manzana, junto a la Sagrada Familia
los turistas, ajenos a todo
sacan fotos, posan y sonríen
en el Paseo Gaudí, los papagayos de colores
chapurrean animadamente,
juegan y se divierten
bajo el cálido sol de diciembre.
Un olor penetrante me persigue
en la calle, en las tiendas, en el metro
entre las masas de gente
sueño con la vida, con los años infantiles
pero me sigue la muerte.
Me encuentro con ella, cara a cara
en el concurrido bar de enfrente
suena el teléfono: "ya terminó", me dicen.
Una sensación glacial me invade
mi cuerpo petrificado, no puedo moverme
todo sucede a cámara lenta
no hay pasado ni futuro, sólo presente.
Preparo la bolsa de lona con su mejor traje
los zapatos negros, bien lustrosos
saco el DNI y las fotos de sus nietos
de su monedero rojo.
En este juego de la vida no hubo suerte.
Ganó la muerte.